Posteado por: tijdgeest | 7 febrero 2010

Albergues Juveniles – I

Comienza con esta una serie de contrapuntos que esperemos sean del agrado de los lectores. El primer tema es acerca de las experiencias en albergues juveniles en cualquier lugar del globo en nuestra juventud (y no tanto…)

Elijo 3 para empezar, el primero claramente sera el de Roma, Foro Itálico. Fue mi primera experiencia absoluta (Febrero 1983) y es un milagro que no haya por siempre afectado mi imagen de los «Youth Hostels» aunque los «Ostelli» italianos pasaron par a mí a estar siempre con una suerte de tarjeta amarilla permanente. La ubicación, muy cercana al estadio Olímpico, no era ideal pero era soportable gracias al bus 32 que llevaba hasta el Vaticano. Con su arquitectura mussoliniana (como todo el foro) el ambiente era similar a Alcatraz, toque de queda inexorable a las 23.00, cuartos de 32 cuchetas que podían haber sido utilizadas 30 años antes en filmes neorrealistas y un siniestro desayuno con un panino con mermelada que te dejaba más hambriento que al principio. El personal era claramente material de desecho de empleos normales, con modales inexistentes, cero información y total prescindencia de cualquier gesto de ayuda. Lo que se dice una joyita de lugar. Tras la primera estadía juré no volver nunca más a esa verdadera prisión encubierta.

Peor aún fue en el 89 el moderno y descuidado albergue de Verona, que había sido dado de baja de la IYHF por razones varias según imagino. Las instalaciones no tenían mas de 15 o 20 años y estaban en estado lamentable con una dejadez y negligencia increíbles. Las habitaciones podían haber sido un modelo, sin embargo no había ni agua caliente y terminé peleando a los gritos con el encargado que parecía mas consternado porque yo bajara a la recepción con camiseta (recuerdo que vociferaba «qui non siamo all Spagna!») que por el hecho que un recurso como el «acqua calda» no estuviera disponible… Una vergogna!!

Podría terminar con el de Venecia, la cola que había que hacer fuera por un lugar en los cuartos de 64 cuchetas (sí, 64, las conté) en la isla de la Giudecca pero elijo terminar este Giro d’Italia con una nota positiva: Otro Ostello «non-ufficiale» pero este sí una maravilla era el de Mantua. Situado en una villa del siglo XV estaba endémicamente lleno y sobregirado. Nosotros conseguimos lugar pero se nos dijo que a la noche nos podía costar encontrar nuestras camas y, efectivamente, al retornar de nuestro paseo diario toda la superficie de la villa (salvo las escaleras) estaba cubierta por un colchón o colchoneta con un huésped encima. Para llegar al dormitorio había que sortear entonces infinidad de obstáculos, algunos ya durmientes. Nunca supe si los lugares extraoficiales eran parte de los ingresos del albergue o de los empleados pero lo cierto es que nadie quedaba sin techo para dormir, una gran cosa. El que ha transpirado itinerando de cartel en cartel de «completo» mientras cae la noche sabrá a lo que me refiero.

En próximos capítulos rigor suizo y libertinaje holandés, las noches de insomnio nórdicas y las leyendas del Passeig Pujades.

Mushky, your turn.


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